La plata que no pagó Millonarios y llevó a Léider Preciado a Santa Fe

Es uno de los grandes ídolos del “León” y el Clásico Capitalino era su zona de confort. El goleador pudo jugar estos partidos vestido de azul, pero a pesar de su talento el cuadro embajador no lo compró en su momento. Por esa y otras razones el “tun-tun” vivía los partidos contra Millonarios de una manera muy especial y siempre tuvo una espinita guardada.

Léider Calimenio Preciado fue el tercero de los ocho hijos de Doña Colombia Guerrero. Nació en 1977 y creció en Tumaco en medio de grandes dificultades, vivía en una casa sobre el agua y a veces hasta durmiendo en un petate. Desde niño se escapaba del Liceo Nacional Max Seidel para irse a la Playa Del Bajito a jugar fútbol. Los Preciado tenían su vivienda en el barrio Humberto Manzi, más conocido como “El Voladero”, donde la marea sube e impregna de olor a sal las casas de madera.

La única cancha para jugar era una de arena, la de San Judas, donde Léider llamó la atención de Máximo Eladio Tello que lo llevó a su Escuela de Fútbol llamada Junior. Preciado era gran figura del equipo y estuvo cerca de irse al América, aunque finalmente se llevaron a otro talento de Tumaco, Jairo “Tigre” Castillo. Fue una decepción para el ‘Profe’ Tello y por eso buscó nuevos horizontes para un joven que aún no cumplía los 14 años.

La mamá de Léider era maestra de tercer grado en la vereda Brisas del Acueducto y apoyó a su hijo para que se marchara a Bogotá, tanto que empeñó una grabadora. La idea del viaje era de Máximo Tello, que según dicen, empeñó un anillo y el abuelo de Calimenio le dio otro dinero. El sueño era el de la mayoría de los jóvenes en estas condiciones, lograr ser profesional para comprarle una casa a su familia.

Tello contactó a Luis Germán Churta Ortiz, exjugador de Millonarios que dirigía una escuela de fútbol en la capital. En 1992 desde Tumaco llegaron Léider Preciado y Arturo Arizala a la arrolladora Bogotá. Como era costumbre terminó instalándose en una Casa Hogar de jóvenes que iban a la ciudad en busca de oportunidades para ser futbolistas. La Escuela de Churta era un equipo para entrenar y de ahí comenzar a probarse en clubes profesionales. Millonarios lo recibió, pero ya los torneos de 1992 estaban en curso y no podían inscribirlo. Sin embargo, lo dejaron entrenar para hacer parte del equipo de 1993.

Léider entró a la categoría Marcas con 15 años, así se llamaba en ese momento, y Eduardo Oliveros era el técnico. El primer semestre fue difícil para el tímido adolescente, no le salían las cosas y además su corta estatura y delgadez no le ayudaban. Es paradójico, al que criticaron por gordo durante gran parte de su carrera le afectó ser tan flaco en algún momento. Jaime Viana es un periodista que jugaba en aquel equipo de Millonarios, alguna vez le regaló unos guayos a Preciado que tenía los suyos en pésimas condiciones.

Un día Millonarios perdía 1 – 0 en las antiguas canchas de Chigüiros, Oliveros metió a Léider y metió 3 goles, uno de ellos lo celebró con su baile “tun-tun” que lo hizo famoso en el Mundial de Francia 1998. Ya para el segundo semestre de 1993 el tumaqueño se empezó a consolidar y al mismo tiempo hizo parte de la Selección Cundinamarca que también dirigía Oliveros. Allí era el delantero junto a Gustavo Quijano.

En una entrevista con “De Fútbol Se Habla Así” de Directv, Leíder dijo que a Millonarios solo le pedían $500.000 por el pase, pero otras versiones aseguran que era una suma cercana a los 4 millones de pesos y hasta 8 millones si también compraban a Arturo Arizala. A finales de 1993 los embajadores le dijeron que no, le dieron $50.000 y no lo dejaron volver. Millonarios no tenía idea lo caro que le iba a salir ese “ahorro”. Para 1994, Oliveros se dedicó únicamente a dirigir la Selección Cundinamarca , el técnico confiaba plenamente en Preciado, en el flaco que cada vez que estaba frente al arco la “mandaba a guardar”.

Calimenio comenzó a jugar en la Primera C, el nacido en Tumaco vivió en La Mesa y en alguna época también tuvo que vivir por la avenida 1 de mayo de Bogotá y dormir prácticamente en el piso. Oliveros lo llevó a Santa Fe, empezó a entrenar en el Parque de la Florida con las divisiones menores y los albirrojos si pagaron por el atacante. Fue una suma cercana a los 20 millones, a Léider le quedaron 3 y los mandó a Tumaco porque su casa literalmente se estaba cayendo y había que levantarla. Además, el jugador había sufrido meses antes la muerte de su padre Leoncio tras un ataque al corazón.

Pablo Centrone fue el técnico que lo subió al equipo profesional y lo puso a debutar el 12 de mayo de 1996 en un partido ante Cortuluá. El 5 de diciembre de ese año, Léider anotó su primer gol como profesional en un partido en Barranquilla donde el Junior goleó 4 – 1. En 1997 quisieron darle más experiencia a Preciado y lo mandaron al Cóndor de la Primera B y luego al Cúcuta. Slobodan Zečević dirigía a Santa Fe en 1998 y le dio la confianza definitiva al jugador que a los 6 meses ya estaba jugando la Copa del Mundo de Francia.

“Enfrentar a Millonarios siempre es especial para mí, juegue donde juegue voy a querer ganarle, esa es mi satisfacción, haga quien haga los goles”, le dijo Léider a El Tiempo en 2005. Y es que cada vez que Preciado enfrentaba al equipo azul se notaban sus ganas, la espinita que tenía clavada y no por nada le anotó 15 goles con la camiseta de Santa Fe. Es uno de los máximos goleadores en el Clásico Capitalino junto a Miguel Ángel Converti. Calimenio no se guarda nada y dice abiertamente que es “el papá de las gallinas”.

Hay una historia que va más allá de lo futbolístico, que podría explicar o no muchas cosas de Léider y su dolor. Cuenta Jaime Viana que por esos días en 1993 su compañero de equipo le dijo: “Es que mis hermanitos en Tumaco necesitan útiles para el colegio y no tengo plata. Ya les dije acá que me ayudaran, pero me dijeron que no, porque todavía no soy del equipo”. El hoy periodista y su familia le dieron la ayuda que no le brindó Millonarios en su momento. “No me dijo nada, pero la alegría de su rostro fue evidente”, recordó Viana en un artículo para la Revista Soho.

“Doy gracias a Dios que Millonarios no pagó esa plata”, Léider Preciado.