junio 09 de 2020
Pablo Montoya - @pablomonpar
Cuando escuchamos el nombre de Andrés Iniesta, normalmente se nos vienen a la cabeza dos momentos específicos. El primero fue aquel gol en tiempo extra contra Holanda en la final del Mundial de Sudáfrica 2010, que terminó dándole el primer título mundial a La Roja. El segundo fue el tanto que le marcó al Chelsea en Stamford Bridge en aquellas semifinales de UEFA Champions League en los últimos minutos del encuentro que hoy en día todos conocemos como “El Iniestazo”. Y es que si algo caracterizó siempre a este mediocampista fue destacarse en los momentos claves de su equipo o selección.
Por: Pablo Montoya - @pablomonpar
Así como ‘El Quijote’, Andrés nació en la Comunidad Autónoma de Castilla y La Mancha; la única diferencia es que de este lugar se acuerdan absolutamente todos los españoles. Se trata de Fuentealbilla, en Albacete, el lugar donde nacería el hombre que hizo feliz a todo un país. Sin embargo, el camino hacia el éxito nunca es fácil, y menos para un futbolista que tuvo que dejar a su familia a los 12 años para perseguir sus sueños y anhelos: ser jugador profesional de fútbol.
Durante la infancia, su papá fue quien se encargó de que Iniesta diera sus primeros pasos en las divisiones menores del Albacete. Cuenta su entrenador que él ponía ejercicios de patear al arco lo más cerca de la escuadra y “Andresito” no solo lo lograba con la derecha, sino que también lo hacía con la izquierda. Era un niño diferente, tenía un don, y los grandes equipos de España no podían desperdiciar algo así. Fue el Barcelona quien tuvo el primer contacto y llegaron las primeras decisiones complicadas para un niño.
En un inicio, llevado más por el miedo que por otra cosa, Andrés decidió no ir al Barcelona y quedarse a jugar en el Albacete. Su papá no entendía esta decisión y empezó el proceso de convencerlo. Utilizó esa vieja táctica del tren, la cual dice que solo pasa una vez. Iniesta, desde pequeño muy humilde, pensó en su papá, el hombre que siempre lo apoyó. No lo podía defraudar y no aprovechar esa oportunidad era una forma de hacerlo.
Llegar a La Masía, esa cantera del Barcelona que ha maravillado al mundo, no es fácil. Supone muchos sacrificios, entre ellos dejar a tu familia, amigos y ciudad para intentar triunfar, pues no es garantía de éxito estar ahí. Para Andrés y su familia la parte más dura era separarse. Su papá estuvo a punto de llevárselo ese primer día, pues sentía que le estaban arrancando un pedazo del corazón y lloró toda la noche. Hoy debemos dar gracias a la mamá de Iniesta porque no permitió que esto pasara, pues si hubiera sucedido el mundo se habría privado de ver a “El Cerebro”.
Los días no fueron fáciles, pero tuvo la suerte de coincidir con una persona que lo acompañaría en todo su trayecto a la cima. Se trata de Víctor Valdés, el arquero se convirtió en su mejor amigo y cómplice de muchas cosas. La subida al primer equipo tardó tiempo, aunque estuvo marcada por triunfos, alegrías y también muchas lágrimas y momentos en los que se sentía absolutamente cansado y no quería seguir.
Ya en el primer equipo, junto con su gran amigo, Iniesta empezó a mostrar que no solo era un jugador habilidoso y con unos dotes que poca gente tiene. Él tenía un plus, algo que lo hizo diferente a lo largo de toda su carrera: era definitivo en los momentos cruciales. La primera demostración de ello fue en la final de la Champions contra el Arsenal. Andrés fue suplente y entró al campo cuando el Barcelona perdía 1-0 y terminó ganando 1-2, dándole otra cara al equipo.
Pero la temporada que cambiaría la carrera de Iniesta por siempre fue la 08/09 y el 6 de mayo de 2009 sería un punto de quiebre para su trayectoria. Corría el minuto 92 cuando Andrés recibió un pase de Messi en todo el centro de la media luna, y con la calidad que tienen esos pocos afortunados, le pegó con el borde externo de su pie derecho, colocándola en el ángulo de una de las porterías de Stamford Bridge. El Barcelona, luego de muchas polémicas, estaba en la final de la Champions gracias al chico de Fuentealbilla.
Días más tarde, Iniesta volvería a ser importante para su equipo, cuando levantaron la “Orejona” frente al United, donde puso un pase de gol. Sin embargo, ese día su mayor calvario ya había empezado aunque él no lo supiera. Iniesta jugó ese día, como se dice popularmente, en una pierna y con la prohibición de patear al arco por miedo a que se acrecentara.
Si la temporada 08/09 fue la encargada de empezar a llevarlo al Olimpo, la 09/10 le recordó lo humano que es, y que son todos lo futbolistas. Una lesión muscular lo paró más 100 días y a su regreso nada fue igual. Su nivel fue decayendo y no se volvió a ver el mismo Iniesta. Sin duda alguna, la muerte de Dani Jarque, otro gran amigo del fútbol, influyó en todo esto. Si sumamos esta pérdida, más la cantidad de lesiones, nos encontramos con un cuadro de depresión severo que lo llevó al límite.
Previo al Mundial, Iniesta se lesionó más veces y en la Selección el panorama de qué hacer no era fácil. Sin embargo, Del Bosque lo esperó hasta último minuto y Andrés consiguió llegar a la máxima cita del fútbol. Emili Ricart y Raúl Martínez, fisioterapeutas del Barcelona y la Selección, respectivamente, fueron claves para que pudiera llegar al Mundial. El primero, gracias a un video donde mostraba a grandes leyendas del deporte en momentos muy complicados y cómo los había superado cada uno, logró devolver la confianza. Por su parte, Martínez armonizó partes del cuerpo diferentes a la zona afectada para hacer que Iniesta jugara después de su lesión ante Suiza en el primer partido del torneo.
Lo que Iniesta no sabía, es que la vida le tenía preparada una sorpresa. Después de un año de lesiones, la muerte de Dani Jarque y un depresión profunda, el manchego viviría el momento más feliz de su carrera. Tres horas antes del partido contra Holanda, Iniesta le pidió a uno de los utileros de La Roja que le preparara una camiseta blanca con el siguiente mensaje: “Dani Jarque siempre con nosotros”. Lo hizo únicamente pensando en que si ganaban el título, sería lindo homenajear a su amigo.
Andrés Iniesta y su padre
Después de un partido muy físico y donde Casillas había salvado a España, llegaría el momento crucial de esta historia. Después de una corrida de más de medio campo de Jesús Navas, el balón le cayó por primera vez a Iniesta, quien con un tacón se la cedió a Fàbregas y de primera asistió a nuevamente a Navas. El balón pasó de Navas a Torres. El delantero levantó la cabeza y vio a Iniesta solo, pero la defensa rechazó el centro, con tan buena suerte que el balón le cayó nuevamente a Fàbregas, que en la media luna asistió a Iniesta para dejarlo mano a mano con el portero. Ya solo, el manchego aisló todo y quedó solo con el arquero y con el mismo pie derecho que en Stamford Bridge, mandó a guardar la pelota para entregarle a España su primera Copa del Mundo.
Iniesta salió corriendo y se quitó la camiseta. Y allí estaba, blanca como la había pedido con el mensaje claro: “Dani Jarque siempre con nosotros”. Fue la imagen que quedó de aquel gol. Esa camiseta hoy descansa en el estadio del Espanyol, donde Dani Jarque jugó durante toda su vida e Iniesta es el único jugador del Barcelona querido.
Después… el resto es historia. El jugador que sale ovacionado de todos los campos a los que va. Nadie escucha nada malo de él. No hay un mal comportamiento o una queja. Nada. Solo elogios para una persona que cambió su posición, pues bien como dice Guardiola: “la cuestión espacio/tiempo nadie la entendió como él”.